Parece que fue descrita por primera vez por Ingrassias
(1510). Sydenham (1661-75) la separó de otras enfermedades parecidas e hizo un
estudio muy detallado de ella. El descubrimiento de las bacterias productoras y
del mecanismo de la enfermedad se debe a las investigaciones realizadas por los
esposos G. F. y G. H. Dick en 1921, quienes demostraron el papel etiológico del
estreptococo hemolítico.
Es una enfermedad propia de la infancia, con su máxima
incidencia entre los 2 y los 7 años; se padece con mucho menor frecuencia que
el sarampión. El contagio ocurre casi siempre por vía aérea, al aspirar los
gérmenes eliminados de la faringe infectada de enfermos, de convalecientes o de
portadores sanos. Es mucho menos importante como agente de contagio el papel de
las escamas que se desprenden de la piel de los enfermos, de los juguetes o de
las ropas contaminadas, etc. Existe también la posibilidad de contagio por la
ingestión de leche contaminada. Las formas de escarlatina consecutivas a
heridas, quemaduras infectadas, vacunación antivariólica, etc., son en la
actualidad muy poco frecuentes.
Los síntomas de la enfermedad se desarrollan en tres fases:
En la primera fase se observa fiebre, generalmente de
comienzo brusco, con escalofríos, y que puede alcanzar hasta 40° C y más. Al
mismo tiempo aparecen anginas, con inflamación y notable enrojecimiento de las
fauces. Los ganglios cercanos están inflamados y son dolorosos a la presión. A
las 24 horas del inicio de la fiebre se presenta el exantema en forma de una
erupción cutánea que comienza por el cuello, nuca y tronco y que en uno o dos
días invade todo el cuerpo; sólo suele librarse de la invasión la piel de
alrededor de los labios.
Esta erupción se compone de pequeños puntos rojos escarlata,
del tamaño de una cabeza de alfiler o menores y tan próximos entre sí que
parecen confluentes. Tienden a ser ligeramente prominentes, por lo que la piel
resulta algo áspera al tacto. Alrededor del quinto día desaparece la fiebre y
se inicia la descamación de las lesiones cutáneas.
En la mayoría de los casos termina aquí la enfermedad. En
ocasiones sigue la segunda enfermedad escarlatinosa, en la que las
manifestaciones pueden ser mucho más graves. Se caracteriza por un segundo
acceso febril, inflamación generalizada de los ganglios, nefritis, afectación
del músculo del corazón (carditis escarlatinosa), dolores en las
articulaciones, etc.
En una tercera fase pueden aparecer complicaciones
supuradas, de localizaciones muy dispares. Antes era especialmente frecuente y
grave la otitis media supurada, que en niños muy pequeños podía conducir a la
sordomudez.
La gravedad de la escarlatina difiere considerablemente de
una a otra persona y de una a otra epidemia. En la actualidad se observan casi
exclusivamente formas leves o muy leves, en las que las complicaciones son muy
poco frecuentes; ello se debe principalmente al empleo de la penicilina G,
medicamento de elección para el tratamiento de la escarlatina.